viernes, 16 de febrero de 2024

El Transmilenio de la bella oficinista


Era una pelinegra de tez blanca, ojos luminosos y muy expresivos. Saco verde ceñido y un jean negro de bota campana. Posiblemente oficinista, trabajadora de un call Center, quizá tenía más cara de bancaria. Probablemente cerca a los 30. 

Muy hermosa, demasiado hermosa. El recuerdo está fresco porque recién han pasado unos 30 minutos desde que me bajé de la estación de Transmilenio. Mi trayecto era desde el Polo hasta Quirigua. Ella se bajó en la Av 68. 

No iba a suceder (nunca sucede por demás está decirlo) lo que sucedería en una película de Hollywood, o en una película francesa: no nos íbamos a bajar en la misma estación, la estación no estaría sola, no tendría el idílico momento para hablarle, decirle. Nada de eso iba a pasar, y no pasó, por supuesto. 

Mientras íbamos fantaseaba con aquella imagen de que le hablaría en alguna estación. Cruzamos miradas un par de veces, si, exactamente dos veces. Pareció imaginarse algo, se reía mirando al techo con sus earpods puestos (pensaba en mi? Fantaseaba con algo parecido a lo que yo conmigo?). 

Su pelo era increíble. Pelinegra bella. No era la típica muchachita que intenta mostrar sus atributos en el transporte público. En su discreción se veía terriblemente hermosa. Fanteseé muchas situaciones con ella: 
Lo primero que imaginé fue como le iba a hablar, que era lo primero que le iba a decir si tenía la oportunidad minúscula de hablarle. Le iba a decir algo así como que:
"Muchos gusto, me llamo fulano de tal, con todo el respeto que te mereces quería decirte que me pareces la mujer más hermosa que han visto mis ojos. Y no me iba a perdonar si no te lo decía". Imaginé su cara y su voz respondiendo a mi atrevimiento: "Tan bello, gracias". También imaginé que la invitaba a Creepes & Waffles de Andino. Que luego íbamos a cine, que luego la llevaba a su casa en Uber o que durante el trayecto nos hubiéramos desviado en las Ferias. 

Mientras pensaba todo esto, a veces la miraba disimuladamente y ella miraba de reojo, o la veía viendo al techo con una medio sonrisa como si estuviera imaginando algo. Imaginé que estaba pensando en su novio, o algo parecido (o en mi?).

¿Cual seria su nombre? ¿Su edad real? ¿Estaría casada, ennoviada o soltera? ¿Con o sin hijos?

¡Qué mujer! Como pocas. Con una belleza luminosa. Preciosa como un diamante. Escasa como una esmeralda. Difícil de ver como un bello animal extraño que pocas veces se deja ver en un bosque. 

Cuando la vi alistándose para bajar en la estación de la Av Calle 68, tuve un golpe de realidad. Mis fantasías cesaron y la vi irse caminando onduladamente buscando la salida. Sin tener la menor idea de en qué estuvo pensando. 

Y me iré esta noche a mi cama a dormir pensando en ella y con la certeza de que no la volveré a ver nunca, en esta ciudad Gótica. Una mujer que pasó brevemente por mi vida pero a la que no quiero olvidar jamás. 

Gato Capitalista. 
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